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sábado, 2 de abril de 2016

Txarly Usher: un monstruo con mil cabezas

Primero fue Baudelaire, lo leo desde cuando tengo 13 años, ese tipo de poesía siempre me ha fascinado, malditos, tragedias personales, amor hacia lo oscuro.

Luego en mi pequeño mundo alguien le pone música a uno de mis poemas favoritos La Carroña, ese alguien es Txarly Usher, un monstruo con mil cabezas: Casa Usher, Carniceros del norte, Radiocrimen, Opus tea,  Txarly Usher en solitario y no se que más, (resulta que ahora ha formado una banda para llevar su proyecto en solitario a los escenarios) este hombre sorprende con miles de proyectos, ¡ojo! y todos magníficos. Te puede gustar más uno u otro según tus gustos musicales, yo, me quedo sin quitar importancia a sus otros proyectos con Txarly Usher en solitario.

Llevo dos semanas escuchando su último álbum, Torres de Arena e intentando crearme en la cabeza una reseña que sea digna de un trabajo tan bello, porque la primera palabra que me viene a la mente escuchando el álbum, que consta de 13 temas es "belleza", belleza musical, belleza de unas letras tan profundas y duras pero al mismo tiempo delicadas, poesía pura convertida en canción.
Un álbum que me gusta escuchar en soledad, en mi soledad escucho las palabras de Txarly y me desprogramo y me vuelvo a programar, me pierdo y me encuentro otra vez, pienso en la maldad del mundo en mis miserias, en la maldad de la vida misma, en el cansancio de la espera.
Cada canción es una atmósfera diferente, te hace viajar en muchos lugares, en cementerios, en teatros que son la vida misma, en lo alto de una torre de donde te quieres suicidar para no soportar el dolor.
Pequeñas tragedias que hacer sangrar las heridas, porque las cicatrices no sangran pero hay heridas que nunca se curan, solo se pueden sobrellevar.
La cicatriz del nacimiento nos persigue hasta anhelar y esperar el descanso eterno, la muerte.
Txarly nos habla de ausencias, de las miserias del ser humano, del derecho a ser tu mismo, del derecho de creer en ti mismo, de los delirios de un borracho que decide destruir su cuerpo porque ese cuerpo es suyo.
Matate como quieras, sueña lo que quieras, aunque se te tache de ser un mal bicho, aunque te llegue una bofetada amarga y fría en toda la cara.
Txarly no quiere dar lecciones, no quiere ser el maestro de nadie.
Solo cuenta y pone música a su dolor que cuando lo escucho es el mio, reflexiona con autentica belleza sobre las pequeñas tragedias de la vida, todos tenemos, pero no todos sabemos ponerle música, ni darle voz.
Y yo sigo escuchando Torres de Arena, imaginándome tumbada en una taberna de mala muerte en compañía de Baudelaire fumando su pipa de opio.


Siempre vuestra Vale Paralelo



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