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domingo, 27 de marzo de 2016

The Danse Society un articulo de Fernando Barrajón


Queridas personas que leéis este blog, siento el parón pero me complace deciros que sigo con este pequeño espacio esta vez con un nuevo colaborador, Fernando Barrajón que nos propone este interesante articulo.
Espero que sea de vuestro interés y agradezco a Fernando su colaboración.

Siempre vuestra Vale Paralelo









THE DANSE SOCIETY.
(THERE IS NO SHAME IN TRUTH)
UN ARTÍCULO DE FERNANDO BARRAJÓN
Es mi más firme propósito que lo que voy a narrar a continuación sea lo más triste que haya escrito nunca en todos mis escritos. Para ello, me gustaría que os tomarais este texto como si éste formara un conjunto indivisible; un trozo de granito del que se va a crear una bella escultura, pese a que pueda parecer que muchas de las palabras en que se desgranan sus oraciones se salgan del contexto de lo que debería de ser un artículo musical. Sé que estaréis pensando que este tipo no escarmienta, que no cambiará jamás. Siempre con sus intrincados laberintos, sus batallitas sentimentales, su anemia afectiva. Eso, por no hablar de su obsesiva monomanía por los dichosos años de los ochenta, sus monocromáticas bandas y uniformes melodías en las que intentaron cambiar la monotonía de la sociedad y el sistema. A este respecto, no es que la bailarina de mi cajita de música esté cansada y haya dejado de danzar, ni que yo me considere a mí mismo alguien demasiado tozudo, pese a que muchos, movidos por rencores e intereses creados, opinen lo contrario. Maniático, tal vez. Agresivo en mis pasiones, un poco dogmático en mis ideales: Siempre un ser normal con sus defectos y virtudes, sus pros y sus contras, la balanza más o menos equilibrada. En cuanto a esto, me limito a insistir, simplemente. Se trata de mera obcecación, una especie de inerte contumacia que me hace retornar reiteradamente a una etapa en la que yo, por caprichos del Destino, no pude vivir. Se me ha acusado tantas veces de ser un retrógrado, un inmovilista en mis gustos y costumbres que, por ello, no puedo dejar de hincharme de orgullo por haber puesto mi granito de arena, desde mis artículos o las escasas sesiones de mis pinchadas que los encargados de las salas especializadas de la capital me han permitido brindar, al comprobar cómo un elenco de bandas en Europa y, sobre todo, Norteamérica, ha retomado esa especie de revisionismo musical que yo llevaba preconizando desde hace muchos años; una forma de redescubrimiento de una tendencia que despuntó de un modo tan brillante en las islas británicas hace ya más de tres décadas; una identidad autónoma frente al resto del cotarro artístico únicamente emparentada, qué duda cabe, con el Punk, pero poseedora de una base diferente, un lirismo épico que no sólo se limitaba a evocar la exclusión social que se abatía sobre la juventud, el paro, la guerra fría o la amenaza nuclear, sino también la alienación del individuo y su depreciación en un sistema robotizado que colmaría las más ambiciosas expectativas de futuristas redomados como Isaac Asimov, Arthur C. Clarke o George Orwell.
            Ha transcurrido mucho tiempo desde que preparé mi último artículo para The Black Box, un fanzine conocido en España y fuera de aquí, pero al final tuve problemas con cierta gente y no lo me publicaron. Ha llovido bastante desde entonces y algunas veces sobre mojado. El mundo no ha dejado de girar, el hombre de envejecer, de buscar demasiadas cosas- como la felicidad- las estaciones siguen sucediéndose las unas a las otras, los cataclismos, las guerras, los mismos errores de siempre del ser humano. Asimismo, habréis podido comprobar que, por circunstancias adversas, en ningún caso dependientes de mi relación con mis antiguos compañeros o los nuevos responsables en el desarrollo de esta publicación, en el pasado número de la misma, yo sólo constaba en su sección de agradecimientos, salvo que bajo mi verdadero nombre, ése con el que un cura me ungió (que desde entonces odio el agua, bendecida o no), y con el que el Estado ha cifrado mi auténtica identidad, haciéndome más controlable aún. Puede que, por ello, alguien se haya acordado de mí. Incluso que haya echado en falta las extensas parrafadas que yo elaboraba. Si es bueno divagar tanto, salirme de una manera tan descarada del marco genérico al que debería ceñirse esta exposición...; si unos emplearían estas letritas como lectura de cabecera y otros para envolver su bocadillo de chorizo antes de irse a trabajar...; si el resto lo usaría simplemente para limpiarse el... polvo del tocadiscos: eso, yo no soy quién para decidirlo. Aunque mi justificación pueda sonar a burda excusa, con mis viajes a la Luna solamente pretendía amenizar, haceros lo más interesante posible estos extremados circunloquios purgando, al mismo tiempo, la absoluta desesperación que movía mi mano al trazar mis inveterados monólogos, esta especie de cábala disléxica que sólo yo podía comprender. Si lo he conseguido: ¡perfecto! Si no, que se me queme en la hoguera por haberme beneficiado del nepotismo de las musas para volver a sacarle de quicio a todo, las prolíficas dotes de un ser cada vez más menoscabado por una vida siempre injusta, eternamente agridulce. En resumen, de qué podía hablar alguien que no tenía nada: De su pasado o de sí mismo; de poco más. Por ello, seguiré siendo egoísta. Danse Society será una simple disculpa, un pretexto para poder alcanzar un lento e improbable desahogo, el infructuoso bálsamo que me permita conseguir ciertas dosis de paz, unas leves micras del olvido que necesito y necesitaba. Al fin y al cabo, aunque esto probablemente no interese a nadie, ni siquiera a la mujer a quien van dedicadas, con sus dardos y sus flores, estas palabras: Yo era un artista. Lo intentaba. Tenía derecho a poseer todos los vicios, los lujos. Hasta llorar, soñar, enamorarme. Mi mayor error fue volver a albergar una serie de sueños, una miríada de esperanzas que quise hacer despuntar de una vez por todas, como la estela de un meteoro, en dirección al sol: vertiginosas, deslumbrantes, sonoras. En fin de cuentas, debería haber aprendido hace mucho que el tiempo cicatriza todas las heridas, pero que nunca las hace desaparecer completamente, que no debería haber seguido utilizando mi rabia para intentar demostrar que me encontraba hundido, ese deje instintivo que hacía que me pusiera en guardia contra todo y contra todos, incluso frente a la mujer por quien hubiera sacrificado cualquier cosa, hasta esta maldita e inútil dignidad. Tantos años pensando que las situaciones, esas sutiles micropartículas en que se vertebra el movimiento cíclico de las civilizaciones, se encontraban en continuo devenir, constante metamorfosis, que terminé cayendo en el nefasto relativismo de que esta vez sería diferente, que, por una jodida oportunidad del Azar, en esta ocasión las ruedas no volverían a pincharse nunca más. Escuchaba a Pink Turns Blue a su lado, en una habitación penumbrosa que hedía a los efluvios de una barrita de incienso, y volvía a equivocarme. Eternidad, Gloria, ilusiones de no-disipación bajo sus gafas de estudio, que dilataban una nomenclatura singular que no comprendía. Lakatos, el Círculo de Viena, Falsacionismo... Había que suprimir las barreras, todas esas asperezas de nuestra personalidad que estaban consiguiendo minar nuestra amistad, aquella complicidad mutua, para luego afianzar nuestras propias realizaciones destrozando esas otras murallas impuestas por los hombres, los extraños, los de fuera. En ciertos aspectos podía considerarse una revolución, un descamisamiento, una forma de anarquismo. Sans-culottes del siglo veintiuno, souffre-douleurs como cualquier otro, no sólo estábamos siendo regulados por jueces, políticos, monarcas, sino también por una baraja de factores incubados desde nuestro nacimiento, casi en contra de nuestra voluntad, en nosotros mismos, un condicionamiento involuntario producido por accidentes como la herencia, la tradición, nuestra propia anécdota empírica. Todas esas taras temperamentales no eran sino tiranos interinos que gobernaban nuestras mentes y sentimientos, nuestra propia relación. No quedaba más remedio que desembarazarnos de su yugo. Yo tenía todo el derecho del mundo a amar a esa brujita buena, ese ángel caído en mis brazos merced a las carambolas de la Casualidad. A besarla, tenerla, poseerla cuando quisiese, por mucho que todas las leyes, tácitas o no, de la Tierra, se opusiesen. Oprimidos por prebendados a los que no les importábamos un carajo, había que machacar sus límites, esas fronteras irreales interpuestas entre nuestros sueños y nuestra dicha, entre ella y yo. Por mi parte podían quedarse con todo su oro, su petróleo, su mierda. Para mí, todas las riquezas del mundo consistían únicamente en su cariño, sus labios, perfilados bajo una nariz mesurada, helénica, remordida tantas y tantas veces con afecto, esa mirada que se posaba dulce, plúmbea, terrosamente sobre mí con una melancolía nigromántica que no dejaba, ni dejaría jamás, de seducirme, sojuzgarme, abatirme. Por lo demás, posiblemente las cosas jamás se emanciparían de las reglas que, desde que me abrí paso de entre las pantorrillas de mi madre con las únicas credenciales de unas lágrimas y un llanto desconsolado, habían tipificado mi existencia. El bien y el mal, el cinismo, la malicia, la envidia, todos los atributos del hombre no dejarían nunca de ser substancias indisolubles atascadas para siempre en su longevidad, entes abstractos parapetados bajo la escarcha de la falsedad, la mentira, lo subrepticio. Violador o violado, acusador o acusado, martirizador de niñas de clase media, necias e incomprendidas, histéricas compulsivas propagadoras de epidemias mundiales, desahuciado como amante, enamorado, camarada...; sátiro, ladrón, traficante de drogas, borracho, pedófilo, parricida, maltratador de oligofrénicas profundas con serios problemas psicológicos, poeta maldito defenestrado por las editoriales gubernamentales, asaltador a mano armada de ancianos y pensionistas, matricida, parricida, abuelita, mano derecha de Bin Laden en los famosos atentados del 11-S, instigador de la Bomba-H, la Coca-Cola, el tabaco, la música Rap, O.T, padrino del Bisbal, el Bustamante, discípulo aventajado de Jim Carrey... Podía darme con un canto en los dientes. Lo tenía todo, absolutamente todo. Había logrado la unanimidad, el consenso, la concordia social. Lenin, Marx, Tejero, Alfonso Guerra. Lo habían intentado tantas veces... Entretanto, me miraba en el espejo y no dejaba de preguntarme qué sería eso que yo tenía, si apenas veía en él poco más que una mata de pelo, un par de ojos, una resaca criminal. Magnetismo, sex appeal, un carisma irresistible. Dinero, desde luego que no. Entonces, me di cuenta que todo se reducía a esa simpatía platónica que me había granjeado a lo largo de mi vida tan infinidad de sinceras amistades. Mis fieles amigos se habían encargado de propagar con tanta diligencia todo tipo de calumnias sobre mí, empapando una reputación que yo, todo hay que decirlo, me había forjado a fuerza de borracheras, peleas y demás excesos, que no podía sino estar profundamente consternado por semejante demostración de deferencia. Los intrigantes eran idiotas, pero sumamente eficaces. Todo el mundo les había creído. Punto por punto, palabra por palabra, cartesianamente, como creen los devotos. Con fe, sin una sola pregunta, como Dios manda. Mentes capadas por la envidia, cotillas malévolos cuya mayor satisfacción era blandir sus armas de bruma cuando te dabas la vuelta, desaparecida esa sonrisa hipócrita que habían mantenido todo el tiempo, tan sólo unos segundos antes, cuando familiarizaban contigo; yuppies de pelo largo que intentaban lucrarse a costa de la movida gótica cuando llevaban años echando pestes de ella; rebaños de oportunistas más ocupados en conspirar a diestro y siniestro que en preocuparse de qué música escuchaban, qué simbolizaba ese ankh que les colgaba del pescuezo o por qué lucían esa vestimenta tan rara por la que todo el mundo les preguntaba si se les había muerto el canario; echadores de males de ojo emparentadas genealógicamente con la prima fea de Pocahontas que con las brujas de Salem gastaban todo el saldo de su móvil para llamar a la hechicera de la tribu y pedir una receta que delegara todos los conjuros del infierno para separarme de la mujer que quería; que no me volviera bizco, cojo, impotente, me atropellara el AVE o, en un arranque de demencia, acabara votando al P.P. Frustrados porque los Reyes Magos nunca les habían traído ese ataúd soñado, que siempre les habían pedido, un carbón muy dulce y su gran novia. Luego, totalmente defraudados-, a quién habían ido a recurrir-, acabaron intentándolo el día de su cumpleaños, pero fue estéril. Les trajeron un libro de Anne Rice comprado en el Alcampo del barrio y una camiseta Fruit of the Loom o Sisters of Mercy, que no se atrevían a sacar de marcha, pero que daba el pego para ir a la facu. Después lo intentaron con el ratoncito Pérez y Papá Noel, pero Sta. Claus, indignado porque se siguiera poniendo en tela de juicio su sexualidad después de tantos años, hizo oídos sordos a sus quejas. Se pasaron la noche de Halloween gimoteando porque se les había partido una uña arañando el póster del Robert Smith que les había regalado su tía África, la solidaria de la familia, que siempre capeaba el temporal cuando sus padres querían castigarles por llegar tarde o más soplaos que de costumbre, comentándoles que lo que le ocurría a su hijo era normal, que solamente era una especie...- ¡coño, se expresaba tan bien la tía África, que el papaíto no se enfadaba!- de aventura generacional, una crisis eventual, un rollo provisorio como el acné o la tendencia al onanismo de ciertos adolescentes cuando les llega el momento de pelarse la banana; que, más tarde o más temprano, el crío vería la luz y se haría un hombre hecho y derecho como su padre y el padre de su padre y el padre de su padre de su padre. Dispuestos a vender el alma de su progenitora por un paraguas en un día de lluvia, incapaces de defenderse de las injurias de árabes ortodoxos, arios de poca monta o botes de Cola-Cao con dos patas, acabaron por ser el centro de la diana para los folletinistas de la prensa, que los veía como una pandilla de cadenas inconexas poco comprometidas con causa alguna, entre una moda y unos ideales que nunca comprenderían. Finalmente, esta pobre gente acabó tachándome de todo, entusiastas de ver cosas que sólo ellos habían visto: selenitas, ovnis, el monstruo del lago Ness, tréboles de cuatro hojas..., hasta hubieran jurado y perjurado ver a la Virgen si se hubiera mencionado mi nombre, pese a todos los pentagramas de Alchemy y los Marilyn Manson del universo.                                         En un principio era mi intención original al concebir el borrador de este artículo, confesar que la persona que tenía a mi lado cuando comencé a garabatear sus primeras líneas, esa misma de la habitación en tinieblas y los ojos canela, había sido la mejor recompensa ante todos los bulos y difamaciones que, en un acceso de deslucidez, he venido sufriendo de unos años a esta parte; que, en resumidas cuentas, ellos me habían provocado el mayor de los bienes al, para decepción suya, hacer que ese alguien y yo llegáramos, pese a los lógicos altibajos que sufre cada pareja en esta carrera de obstáculos que es el Amor, a prendarnos el uno del otro de la manera que lo hicimos. Aparte de, y ahí os pido un poco más de paciencia, comentar la trayectoria de uno de mis grupos favoritos, otra de ellas era, aunque más remota, denunciar la indigencia cultural que inunda nuestros días, salas y calles, de idiocias varias y botellas sin mensaje, la vaciedad de una vía láctea de valores que, y ahí entra de lleno la contradictoredad vital, no cambian nunca pero que, pese a ello: son modificados continuamente. Bien, ante esto, tal vez las cosas hayan vuelto a variar; es cierto. Puede que, y esto me duele casi de una manera definitiva, de un modo irreversible. A Meursault, el personaje de Albert Camus, se le reprobó, antes de ser condenado a la pena capital, que no hubiera vertido lágrima alguna en el entierro de su madre. De mí hubieran dicho que lo había hecho por mera avaricia, por justificar mi pena, mi propio dolor. En tal caso mi hombría, en todo momento, siempre estribó en no temer exhibir mis sentimientos, fueran cuales fuesen. Por supuesto, tampoco lo haré en esta ocasión. Si me dejo llevar, si grito, si mato, si lloro, si le pregunto al viento mudo, a este vaso de vino rojo: Dónde estás, dónde estás, por qué me has olvidado..., no traicionaré, pues, mis principios. Acaso mi carácter no fue siempre mi destino.[1] Mesiánico, apologético, castigado, como Sísifo, a arrastrar esta tristeza enorme que anega mis horas día tras día, mes a mes, tampoco me retractaré, qué fútil sería hacerlo, de mi antaña intención. Que no os choque, pues, el significado oculto de esta disgresión. En este sentido, he de reconocer que desde que crecí y empecé a convertirme en esta fruta madura en que yo, por merecimientos propios- qué duda cabe-, me he convertido, nunca me tomé nada demasiado en serio. Ante todo, la vida comenzaba para mí de dentro afuera, de arriba abajo, en el día a día. Vacío como una noche sin sueños, etéreo como un cuerpo sin alma, el mundo radicaba en los sentimientos, el alcance de una hipotética libertad, felicidad incompleta que, ahora lo sé bien, jamás alcanzaré. Adagio de mí mismo, cincelando a cada paso mi propia esquela, ésa que pedía no ser escrita por mí, sino por una sola persona elegida, eterna, fiel, conociendo lo absurdo de esta existencia, sabía de sobra que era inútil. Por eso, cuando conocí a... me sorprendió tanto que, de repente, empezara a tener en cuenta ciertas cosas, envidiar, casi, la existencia de personas que siempre me habían asqueado, esa estabilidad de la que mi propia vida siempre había carecido. De la noche a la mañana, comencé a temer algo que siempre me había infundido risa, prácticamente lo único que podría, en un caso hipotético, separarme de ella: La Muerte, la soledad, la renuncia. Jean Genet escribió una vez que el sarcasmo es amargo y oculta fermentos de desesperación. Louis-Ferdinand Céline también escribió que la mayoría de la gente muere en el último momento, pero que otros empiezan veinte años antes y a veces más. A este respecto, yo siempre pensé que no sólo había que aplicar este aforismo a las personas sino que, igualmente, también había que imponérselo a las sucesivas gradaciones de la Historia, la crónica particular de cada uno. Antes aseguré que las cosas jamás alteran su silueta, que, en el flujo temporal, éstas se estabilizan y ahí quedan. Lo cierto es que, para algunos, por muchas vueltas que dé la vida: Éstas jamás lo harán. Es a ellos a quienes van dirigidas estas palabras, en lejanos ecos que se han degradado a no hacer sino simples proposiciones, sugerencias lejanas llegadas de Dios sabe dónde, líquenes viscosos en el fondo de un estanque junto a los peces muertos y los restos fecales de todas sus mentiras, toda su hipocresía, ¡que ella nunca me dejará en la estacada, (¡Dios mío, qué estúpido me siento ahora por, en un momento de ceguera, haber llegado a escribir esto, casi seis meses más tarde!), como hizo la mayoría cuando más necesitaba un hombro en el que reclinar la cabeza! ¡Que yo volveré a encontrarla, a ganarla, a mantenerla conmigo para siempre, aunque sea en el recuerdo...! Que se vayan lejos, pues, todos; tan lejos que puedan olvidar mi ínfima presencia, mi miserable ausencia. En cuanto a ti, nunca lo olvides porque, ocurra lo que ocurra, por muchos giros que dé el Destino: Nadie fue, sólo tú. Nada es, simplemente: TÚ, TÚ, TÚ... y siempre lo será.
            ¡SIEMPRE TE QUERRÉ!...
            ¡PERO TE MENTÍA!         

"Estamos en el fondo de un infierno, cada instante del cual es un milagro". (E. M. Cioran).
           
            De origen Danse Crazy, (Danse Craze, con algunos carteles publicitarios de la época), esta banda de Barnsley se originó mediante la fusión de otras dos: Y? y Lips-X, posiblemente, como años más tarde reconocería su teclista, Lyndon Scarfe: "Las dos únicas en toda la ciudad que no querían emular a Status Quo.". Como otras similares, el nuevo proyecto formaba parte de una nueva generación de jóvenes y entusiastas formaciones con una personalidad homóloga. Radicadas en su amplia mayoría en el Reino Unido y luego establecidas en el resto del continente como una corriente revolucionaria, casi reformista dentro del Punk, esta tendencia estuvo dotada de grupos de cierto renombre dentro de los ambientes alternativos ingleses, pero también por otros menos reputados, aunque no por ello de una calidad menor, como 1919, Ausgang o Leitmotiv. En lo que concierne al estilo de la banda, su nombre puede conllevar al mayor de los errores. Danse Society no pretende fomentar la música de baile, aunque el ritmo de algunas de sus canciones alcance el frenesí, la epilepsia, en una época en que la Thatcher y Ronald Reagan marcaban el compás y en la que manipuladores de prestigio como Malcolm Mc.Laren, Vivienne Westwood y su timo neo-romántico arrasaban en los charts planetarios. Precisamente, Danse Society hace lo opuesto: denunciar el carnaval social, el olvido de una sociedad de confort que comenzaba a no recordar la Historia más reciente del género humano en aras de un bienestar personal promulgado desde tiempos de la post-guerra desde Dresde, Hiroshima o Sachsenhausen; la bulimia de unos valores y la inepcia de una cultura guillotinada por una economía que presuntamente nivelaba a la mayoría creando, sin embargo, cribas clasistas que nunca, pese a todas las democracias y las igualdades del mundo, lograron eliminar los prejuicios elitistas, las injusticias de siempre. En eso estribaba la danza, el baile, la amnesia de una Humanidad que no afinaba la memoria, acordándose de lo que es, lo que debería ser. Partiendo de la base de que Danse Society poseía uno de los frontman con más personalidad del momento (Steve Rawlings), por no citar a su percusionista (Paul Gilmartin), para mí el más talentoso de los baterías de la época, la música de la banda podría inducir al baile en muchas de sus canciones, la atmósfera, el recogimiento en otras, el repliegue de nosotros mismos ante los avatares de la vida en una mística pagana que a veces podía rayar el cielo, en otras el peor de los infiernos. Completada la formación por Tim Wright (bajo), Paul Nash, a la guitarra, y el citado Lyndon Scarfe como teclista, sustituyendo a Paul Hampshire y Dave Patrick, y que duraría casi hasta la desintegración de la banda, cuando Paul Whitaker sustituyó en las teclas a su organista de siempre, el primer concierto de Danse Crazy fue en el Royal, de Sheffield, que precedería a su actuación en el Futurama 2 Festival, en Leeds, junto a bandas del calibre de Siouxsie and the Banshees, Echo and the Bunnymen o U2, gente con la que, según reconocieron ellos mismos, les asustó terriblemente tocar. De este tiempo datan sus primeras grabaciones, como la desconcertante "There is no shame in Death", luego editada como 12", el cambio definitivo de denominación y formación y la salida al mercado de su primer single: dos reivindicaciones anti-belicistas tituladas Clock y Continent, en julio del 81, temas registrados en los RikRak Studios de Leeds y que basarían la primera fase en la carrera de Danse Society, la más oscura, aproximadamente hasta dos años después, en que su estilo padeció una neta desvigorización con el L.P Heaven is Waiting, claramente más comercial que sus anteriores producciones.                                                                                                                                   Tras la edición de There is no shame in Death, (junto a otros dos temas: Dolphins y These Frayed Edges), llega la época más fría en la biografía del grupo, caracterizada por la predominancia de su base rítmica, únicamente aplacada por la voz de Steve y los solapados dibujos melódicos de Lyndon. Asimismo, pronto llegarían los días de éxito. Con la posibilidad de tocar en Londres y Manchester, John Peel se fija en ellos, dan una mini-gira por Holanda y editan, en marzo del 82, el single y posterior 12": "We are so Happy", posiblemente su tema más notorio, gracias a su subsiguiente participación en el primer volumen Gothic Rock de Mick Mercer/Jungle Records (1992). Con este maxi, completado por los fenomenales Belief y Woman´s Own, hicieron su primera aparición en el programa Riverside, de la BBC. Posteriormente, en septiembre del mismo año, Danse Society editaría en su propio sello (Society Records) un mini-álbum de seis canciones, el, para mí, más significativo de la banda: Seduction, con el que terminaron labrándose una consagrada reputación como una de las mejores formaciones del Positive-Punk británico. Seduction, recogía toda la auténtica tradición “societera” desde sus orígenes, salvo que, quizá inconscientemente, premonizando de un modo sibilino el giro estilístico que los caracterizaría a partir de ese momento en, lo que podríamos denominar, el hemisferio de su carrera. Efectivamente, Seduction es una especie de eslabón perdido que engloba los primeros pasos de la formación en temas como Ambition, Godsend o Falling Apart y empieza a emplazarnos a lo que sería su consiguiente evolución, tal vez directamente relacionada con su época de mayor apogeo y su contrato con Arista, en otros como My Heart o, incluso, totalmente deseslabonadas del resto, como el remake de In Heaven (Everything is fine), de Eraserhead, uno de los filmes de culto de David Lynch.                                                                             Seduction, alcanzaría el puesto número dos en las listas independientes británicas, lo mismo que su siguiente gran hit, con toda probabilidad el mayor de su historia. Grabado en diciembre de 1982 y sacado a la venta a comienzos del año siguiente, Somewhere, prácticamente lo último que la banda sacaría como netamente independiente, también alcanzó el segundo lugar en los indie charts, por encima de bandas de la magnitud de Depeche Mode o New Order. En Somewhere, que también sería reeditado por Mick Mercer en el tercer y, hasta el momento, postrero capítulo del Gothic Rock junto a otras como Sex Beat, Rubella Ballet o The Dark, se alcanza ese grado de sensibilidad que hasta ahora parecía haber quedado velado, a punto de emerger del resto de canciones de Danse Society. Para mí el mejor corta duración del grupo, Somewhere está escoltada por una preciosa instrumental titulada: The theme, una auténtica maravilla donde todos los miembros del mismo, exceptuando, por razones lógicas, a Steve Rawlings, dan una verdadera exhibición de alarde musical. Completa la triada Hide, tema mucho más afín a la clásica onda Danse Society.
            Fue por aquel entonces cuando, ya verdaderamente consolidados, abandonadas para siempre la etiqueta de formación promesa dentro de una cohorte de posibles revelaciones que se quedarían a medio camino, Danse Society firma con Arista, lo que les da la oportunidad de grabar en buenos estudios, adquirir mejor instrumental y hacer giras ambiciosas. En Heaven is waiting, realmente su primer álbum, si exceptuamos una edición limitada en vinilo coloreado de 300 copias de un concierto grabado en la prestigiosa Odissea 2001 de Milán y una primera recopilación editada con anterioridad de sus primeros maxis en Inglaterra y con dos impresiones diferentes más, francesa y canadiense, ya se puede percibir claramente la apertura estilística del grupo, irrefutable tras el arrollador principio de Come Inside, pero más patente en canciones como los 12": Heaven Is waiting" (con su encantador y pegadizo estribillo), la curiosa versión de los Rolling: "2000 light years from home", o Wake Up, cuya cara B, sin embargo (The Seduction), es la mejor, según mi opinión, de Danse Society en toda su carrera, y cuya violenta energía no deja de hacer todo ese tipo de cosas que sólo pueden las buenas, las mejores, las exclusivas, desde el primer al último surco del vinilo. Producido por prestigiosos ingenieros de sonido y productores como Nigel Gray y Phil Thornalley (The Cure), Heaven is waiting no abandona, para conseguir un mayor índice de ventas, el testigo que Danse Society ha llevado desde el propileo de su carrera, sino que lo empuña bien alto en otras composiciones como The Hurt, Valiant to Vile o The Night. Para los más minuciosos, añadir que la edición americana del elepé contenía un tema adicional (Somewhere), como la posterior reedición del mismo por Great Expectations, actualmente bastante rara de conseguir, que contenía cuatro más, curiosamente las mismas que en su primera edición en cassette: Arabia (del 12" Wake Up), Lizard Man (de Heaven Is Waiting), más otras dos que ya he mencionado más arriba: The Seduction  y The Theme, en su nueva versión.
            De estas fechas, datan también varias remezclas para los clubs y la radio de Danse/Move, antiguo tema del Seduction, también producidos por Nigel Gray (Tim Parry, habitual mezclador de los Cure, se negó a ello), de corte indudablemente más bailable; su participación con Red Light (Shine), en la recopilción del zine: Debut L.P y su gira por España (en julio de 1984) donde, como dato curioso de su concierto en Madrid, Steve Rawlings salió chapurreando bajo los primeros acordes de Wake Up: "We are Danse Society, ¡Viva España!".
            Tendríamos que esperar aproximadamente dos años para volver a tener más noticias de Danse Society. Su nuevo disco: Looking Through (1987), expresamente autoproducido por ellos, recoge el sentimiento de una época renaciente; el canto del cisne de una edad dorada que, con el aposentamiento del marketing musical, la muerte de las ideologías y el establishment del peor de los realismos sobre el continente europeo, es fiel reflejo de lo que está ocurriendo en el resto del mundo. All I Want, Sunset Gun, Looking Through..., poco hay que reseñar sobre este disco. A estas alturas había decaído, vendido o reciclado, la mayoría de los protagonistas de esta dilatada crónica del quinteto. Los otros se querían esconder de la marabunta, huir de la peste, la epidemia; escapar a algún sitio desierto. En lo que concierne a Danse Society Internation- como así se conocían en esa época-, pese al consiguiente experimento-descalabro del Looking Through, Rawlings formó Society en solitario, y, a secas, editó: Saturn Girl/Love It/ (7 y 12"), producido por Youth, uno de los famosos y reputados artistas del grupo Killing Joke y Brilliant. Sus últimas descalificaciones son varias reediciones puestas a la venta en diferentes formatos como single, maxi y remezclas para disc-jockeys en los clubes ingleses underground, como Say It Again, con la patética Sensimillia en la cara B y Treat Me Right; o lo último de la banda: Hold On (to what you´ve got), con sus pertinentes y correspondientes caras b y pastiches. Mientras tanto, el resto de los miembros originales, aparte de Steve Rawlings, formaron Johnny in the clouds, junto con Mark Corpson (un nuevo cantante, antes de estar en Music for pleasures), grabando algunos demos y tocando en algunos conciertos en varios países europeos, disolviéndose en muy pocos meses.
            Después del año mil novecientos ochenta y siete, Anagram Records reeditaron en CD el mini-lp: The seduction (la creación artística más acreditada de los críticos y sus fans, primorosa y con más calidad en la grabación del conjunto), en formato de recopilación y monografía de varias etapas, incluyendo singles desconocidos y una segunda edición con bonus tracks como Heaven is waiting (la primera edición en 1992, editada por Arista) y Looking through, el peor álbum que sacaron en su carrera. Pasó el tiempo y, a finales del 2009, los anteriores músicos de The Danse Society: Paul Nash, Paul Gilmartin, David Whitaker y Steve Rawlings, se reunieron después de veinticuatro años, para unir la banda e intentar crear más temas en un nuevo proyecto, con la aspiración de volver a sacar elepés y regresar a los escenarios, envueltos de tupidas densas humaredas de niebla en la tarima. En los siguientes nueve meses grabaron algunas pistas instrumentales, acordes de voz y melodías de sintetizadores. Se habían juntado con el experto y principal cantante de la banda en Reino Unido en octubre de 2010, pero Steve Rawlings volvió a Estados Unidos, donde vivía, sin ninguna decisión. Los planes cambiaron, desilusionados, tras aquella famosa reunión, perdiendo otra vez ningún tipo de contacto con él. En enero de 2011, la conocida vocalista de Blooding Mask (Maethelyiah), le pidieron los musicalistas que se uniera con ellos y grabaron trece nuevos temas; se mezclaron en un estudio y publicaron: Change of Skin, antes de lanzar dos dobles singles: Vatican y The Seduction 2012 (remake del original de The seduction), mientras ambos vídeos se editaron, al mismo tiempo, con cuatro videoclips en youtube y cadenas televisas independientes británicas. La elaboración y el estilo moderno de ahora y sus composiciones eran un poco innovadora del principio de su carrera. No cambiaron su estado melodioso indestructible y ecléctico desde hacía treinta años, imaginando que consistía puramente la normalidad de la vida, el efecto del tiempo y la madurez de los años y las personas, pero su inspiración en sus conciertos hipnotizaba de nuevo la mayoría de las veces la forma de ser a sus nuevos fans y sus antiguos entusiastas y admiradores de siempre por su filosofía en sus letras, su música rítmica, repleta de sensibilidad y energía. Su primera actuación en veinticinco años fue en el famoso festival alemán en el Wave Gothic Treffen, seguida en otras actuaciones y certámenes, con el actual bajista: Martin Roberts. Un segundo álbum, tras la reunificación, se lanzó en el mercado musical en 2013: Scary Tales, con videoclips oficiales como White rabbit, con un cover de la canción de Jefferson Airpline. La banda estaba de nuevo trabajando en el tercer álbum, con nuevos conciertos como en Treffen (Leipzig), otra vez, y en otros festivales, como cabezas de cartel, como en Whitby Goth Weekend. En febrero de 2014, Danse Society emitieron en la prensa un anuncio oficial que Paul Gilmartin y Martin Roberts, inesperadamente, y sin saber por qué, iban a dejar la banda, dando a lugar la cancelación de una serie de actuaciones y próximas giras. El último miembro restante de la formación original- el guitarrista- era Paul Nash, quien informó que él, con Whitaker y la cantante, continuarían con la misma recta línea en el mundo de la música. Mientras tanto, el batería Gilmartin y Roberts, presuntamente iniciaron conversaciones con el vocalista legendario Rawlings, intentando atraerlo a Inglaterra para crear sin tapujos el renovado Danse Society Reincarnation y sacar un CD, pero no pudieron conseguirlo. ¿Todo lo demás? Las últimas noticias que me llegaron, delatan que sacaron el año pasado-2015-, un single (If I were Jesus) y un par de cedés, pero en dos formaciones diferentes: el VI, con buenas y míticas armonías de los reconocidos Paul Nash y la vocalista Maethelyiah, como Into the red o temas frescos como Freakshow. Volvieron a editar otro disco: Reincarnated, en las que la mayoría de los temas eran versiones actualizadas de canciones antiguas como Come inside, Red Light o Valiant to Vile (del LP Heaven is waiting) y otras novedosas canciones, como Glory or grace (La gloría de la gracia, cuando sus oscuras tonadillas rompían el silencio, una rebeldía eterna y radical, casi utópica, de su discografía; su mentalidad de su odio al servilismo y la mediocridad de la sociedad, como muchos de los grupos de los 80, intentaban demostrar el cambio de los cimientos de las injusticias del planeta; sus construcciones melódicas y metódicas del bombardeo de su música cuando grababan y tocaban; era todo ¡esto!). Nash se había ido, a raíz de algunos problemas personales, y, Paul Gilmartin, (el percusionista Gigi, como le llamaban en los ambientes con su apodo), ya tenía músicos para volver a hacer lo que siempre quiso. Lo más importante era encontrar un cantante con eficacia y fuerza, en el que ciñera su temperamento y su forma de ser con el estilo de The Danse Society en el mito de la historia del postpunk. Un tal Brian Shaugnessy lo tenía y Gilmartin le propuso que hiciera una prueba en un ensayo y le encantó. Poseía la competitividad y el talento en el que se asemejaba el ascendente tono de voz de Ian Astbury (Southern Cult, Death Cult y lo más renovado y más conocidos: The Cult), con algunas influencias de Steve Rawlings. Y así sacaron: Reincarnated, como un terremoto. Así fue la historia de una leyenda básica de este tipo de música, de la movida siniestra o el punk de esta década, el intento de la revolución de la juventud y el consorcio humano de este mundo. Hoy por hoy, hay que tener bastante fortuna para conseguir alguno de los discos originales de Danse Society. Sobre todo en vinilo. No obstante, existen en el mercado dos lanzamientos, en formato cedé, de Heaven is Waiting (como dije), con algunos bonus tracks, y una recopilación muy recomendable para Jungle/Cherry Red Records, como este label ya hiciera en su momento con otras como Specimen o Skeletal Family en su Goth Collector Series, llamada Seduction (The Society Collection), con canciones seleccionadas por uno de los propios componentes de Danse Society y que engloba su época primeriza. Lo demás, es fácil de prever. A mi edad siempre me he planteado, mientras escuchaba un grupo de estas características, lo que la vida habría hecho de cada uno de sus componentes. No en vano, el apetito de una identidad es un sentimiento universal. Todo el mundo necesita llamarse a sí mismo de algún modo o que alguien se lo llame. No es cuestión de culturas, razas, de un mayor o menor refinamiento. Los pobres, los ricos, los más y los menos, requieren que alguien les apele, les califique de algo bueno o algo malo, que se les tenga en cuenta. Ser un espejo es considerar que se tiene a alguien cerca, frente a ti, que se es grande, muy grande. Te vean o no te vean, la vida es una orientación sin sentido de la que no se regresa, trémulo escupitajo que ahí queda, rendido al calor, la disgregación de las precipitaciones, las circunstancias. Hacer ejercicios, experimentar para poder decir, para aprender a hacer, para saber equivocarnos correctamente con una posterioridad medida. Amar, para odiar. Odiar para saber diferenciar, para poder gritarle bien alto a las tormentas de la existencia que se ha podido querer una vez en la vida, sólo una vez, bien aposentados entre las cuatro paredes de nuestra comodidad, los conglomerados laberintos de la funcionalidad mundana; ir recorriendo ésta como se recorre el breve tránsito que va desde el dormitorio al cuarto de baño de nuestro hogar, aprovechándose de las mondaduras, los despojos que otros han ido dejando en nuestro camino, manzanas mordisqueadas por las que debemos agradecer a Dios y el resto de las falacias de la Historia su propiciatorio don, la benévola clemencia que nos haga sentir por un corto intervalo de tiempo menos miserables y efímeros, algo más de lo que en realidad somos, de lo que nunca llegaremos a ser... Estar lejos, estar cerca. Es lo mismo. Siempre seremos el centro, el eje de otro eje, el pasado de otro pasado, un nuevo fracaso inmiscuido en otro fracaso... Danse Society desapareció, y punto. No hay nada más que decir. Como todo se va, como todo muere, como todas las cosas, las personas, las sensaciones, los sentimientos: Sin dejar rastro. En cuanto a este artículo, indudablemente hay un grafismo inevitable en las expresiones faciales. Las sonrisas, las muecas, los gestos. Hasta en los sollozos. Por eso mismo la Literatura, la manera de codificar los sentimientos individuales a través del alfabeto, esa especie de código transformador, siempre han constituido para mí mi rango distintivo, la auténtica expresión de mi alma igual que, para otros, ésta consistía en ver una película en el cine o, simplemente, ir los domingos con los amigos a tomar el vermút al bar de la esquina, única manera de escabullirse de los barrotes de zafiro de su propia frustración. Por este motivo no es obvio aducir que este artículo, declaración, testamento, ajuste de cuentas o lo que pueda parecer, no es un fútil reflejo de la realidad, sino que todos sus protagonistas son reales, cada cual con su propia culpa, su pertinente responsabilidad, empezando por mí. Así que, ladies and gentleman, aquí se acaba esta historia. El que esté libre de culpa, que arroje la primera piedra... ¡Pero, por favor, que esta vez que sea a la cara!                                                          
           
            Háblame, háblame, distráeme. Es una tontería tan grande lo que acabo de reprocharte, descenso sin sueños que no me reunirá contigo. Dormir, soñar, es tan inmensa esta estupidez. Sácame de este abismo para volver a hundirme en sus intestinos cuando ya no te valga mi inutilidad. Defécame; defécame fuerte y más fuerte, hacia las estrellas. Vomítame desde lo más hondo de tu tribulación. Constrúyeme un futuro en el que yo pueda tocar y besar como poseo con facilidad tus labios, tu cuerpo, tu odio, cuando tú te das cuenta de las ilusiones ópticas que destilan mis miembros, las prórrogas y esperanzas que nunca pudiste hallar en este espíritu acorazonado... Maldíceme. Simplemente destrúyeme, para que yo me haya sentido una sola vez vivo y más vivo, muerto y menos muerto.
Ódiame o venérame.
            Pero haz algo conmigo, haz algo ya, por favor: Aunque sea matarme.
            ¡Aunque sea olvidarme...!

            Una nueva noche cae sobre la ciudad, una bruma de oscuridad... 
                                                                                  
A RAKEL: PESE A TODO, PESE A ELLA, POR TODO, POR NADA.

("Todos me advertían que esa chica acabaría conmigo, que un fuego inusual encendía el interior de su cerebro. Pero, yo creía que cada palabra que decía era una verdad como un templo. Su ingeniosa cabeza me demostraba que ella era de carne y hueso, no como las demás. Desde el primer momento, su mente fue su parte prohibida[2]...)         

OTRO ARTÍCULO AMARGO DE FERNANDO BARRAJÓN (UPIRO). 2003-CON NUEVAS NOTICIAS DE THE DANSE SOCIETY: 2016-SIGLO XXIV.




[1]Heinrich von Kleist, creo.
2 The Prunes. "Love in a Dark Room", 1996.
6.